La televisión matutina estadounidense volvió a convertirse en campo de batalla, y esta vez, el golpe lo dio Ben Shapiro.

Después de que Goldberg relativizara el Holocausto y confundiera derechos fundamentales con slogans políticos, Shapiro respondió con una ráfaga de argumentos que dejaron al descubierto algo más grave que una simple metida de pata: una cultura televisiva donde la ignorancia ya no se corrige… se celebra.

El comentarista conservador, conocido por su estilo punzante y su rapidez verbal, dedicó un segmento entero a criticar duramente a The View, en particular a la conductora Whoopi Goldberg. Lo que empezó como una simple reacción terminó convirtiéndose en un feroz ataque contra lo que Shapiro describió como “el programa más intelectualmente deshonesto de la televisión moderna”.

Todo comenzó cuando Goldberg, durante una conversación sobre el Holocausto, afirmó que “no se trató de raza”, sino de la “inhumanidad del hombre hacia el hombre”. Para Shapiro, esa frase no fue un desliz ni una confusión pasajera. Fue, en sus palabras, “la peor afirmación jamás dicha en televisión nacional”. Y no se detuvo ahí.

“La idea de que el Holocausto no fue sobre raza”, dijo Shapiro con un tono casi incrédulo, “es directamente negacionista. Los nazis no perseguían sólo a judíos religiosos. Perseguían a cualquiera con lo que ellos consideraban ‘sangre judía’. ¿Cómo puedes ignorar eso con una plataforma de millones de personas?”

El analista, quien es judío practicante, no sólo consideró las palabras de Goldberg como históricamente erróneas, sino como parte de un patrón más amplio: el uso de la desinformación disfrazada de discurso progresista. “No es sólo ignorancia. Es borrado histórico. Y es peligroso”, remató.

Una plataforma para el caos

Shapiro también cuestionó cómo un programa con tanta visibilidad ha normalizado las “metidas de pata intelectuales” de sus conductoras. “¿Cómo es posible que semana tras semana digan cosas tan ofensivas y tan equivocadas sin que haya consecuencias reales?”, preguntó en su monólogo. “Si cualquier otra figura pública dijera que el Holocausto no fue sobre raza, su carrera estaría acabada. Pero aquí no pasa nada”.

La crítica de Shapiro no se limitó al episodio sobre el Holocausto. También apuntó contra lo que llamó “el doble discurso moral” del panel de The View, citando comentarios recientes en los que Goldberg comparó a Estados Unidos e Israel con organizaciones terroristas como Hamas o los talibanes.

“No es sólo una frase fuera de lugar. Es un patrón”, dijo. “Estas mujeres están dispuestas a manipular la historia para ajustarla a su narrativa ideológica, aunque eso signifique trivializar genocidios o equiparar democracias con grupos extremistas”.

Feminismo selectivo y contradicciones

En otro momento viral del programa, Goldberg lanzó una dura crítica contra los hombres que opinan sobre el aborto, argumentando que “si no tienes útero, no tienes derecho a hablar del tema”. Pero para Shapiro, ese argumento se desploma bajo el peso de las propias contradicciones del movimiento que Goldberg representa.

“Según sus propias reglas, eso sería transfóbico”, replicó Shapiro. “¿Acaso no han pasado años diciendo que los hombres también pueden quedar embarazados? ¿Ahora resulta que sólo las mujeres biológicas pueden opinar sobre el aborto? El discurso se devora a sí mismo”.

Para Shapiro, este tipo de contradicciones no son accidentales, sino reveladoras: “Demuestran que lo que menos importa es la coherencia. Lo único que importa es mantener la narrativa emocional a toda costa, incluso si eso significa atropellar la lógica y los hechos”.

La cultura del silencio y la falsa unidad

Quizás lo más preocupante para el analista no es lo que se dice en el programa, sino lo que no se dice. Shapiro denunció una especie de “cultura del miedo” dentro del panel de The View, donde ninguna de las conductoras se atreve a corregir a otra, por miedo a ser expulsada del círculo.

“Es un espectáculo en donde el que dice la barbaridad más grande gana. Y si alguna quiere levantar la voz, mejor que se prepare para morderse la lengua o perder el puesto”, criticó. “Es una coreografía perfecta de asentimientos falsos, sonrisas incómodas y silencios cómplices”.

El clímax: ¿Qué pasaría si Shapiro se sentara en esa mesa?

En tono irónico pero con una evidente carga de desafío, Shapiro cerró su intervención imaginando lo que pasaría si algún día fuera invitado a The View. “No duraría cinco minutos”, dijo, “porque no podrían sobrevivir a alguien que desmonte cada mentira, cada contradicción y cada pose moralista con hechos y argumentos reales”.

Para muchos espectadores, esa fantasía no suena tan descabellada. Entre el hartazgo de ver un programa que, bajo la fachada de diversidad de opiniones, refuerza un solo discurso, y la ausencia de consecuencias reales por declaraciones inaceptables, la figura de alguien como Shapiro representa, para sus seguidores, la posibilidad de que alguien por fin diga lo que millones piensan: “Esto ya no es periodismo. Es solo ruido ideológico, disfrazado de televisión”.


Nota del editor: Hasta el cierre de este artículo, ni Goldberg ni las productoras de The View habían emitido una disculpa o corrección oficial por los comentarios señalados.