En el vibrante y a menudo tóxico ecosistema de la televisión estadounidense, donde la política y el espectáculo chocan sin tregua, pocos momentos han sacudido tanto al público como la inesperada alianza entre Bill Maher y Greg Gutfeld para exponer, criticar y humillar —sin piedad— a una de las figuras más reconocidas de la televisión diurna: Whoopi Goldberg.
Todo comenzó con una polémica ya clásica en The View, el programa que Goldberg coanima desde hace años. En una emisión reciente, Whoopi declaró que “el Holocausto no fue sobre la raza”, lo cual provocó una tormenta mediática y una suspensión temporal por parte de ABC.
Aunque Whoopi intentó defenderse con una tibia disculpa, el daño ya estaba hecho. Lo que nadie esperaba era que esta afirmación encendiera la mecha para una ofensiva pública de dos de los comentaristas más temidos —y opuestos— del espectro mediático estadounidense.

Bill Maher, liberal de vieja escuela y eterno provocador en HBO, no dejó pasar la oportunidad. Con sarcasmo quirúrgico, desmanteló la lógica de Goldberg en su monólogo, calificando su comentario como “heroicamente estúpido” y ridiculizando la noción de que ella sea alguna especie de brújula moral.
Para Maher, el problema no fue solo el comentario: fue la arrogancia con la que Whoopi lo defendió, en un tono que él considera típico del liberalismo moderno desconectado de la realidad.
Pero el verdadero golpe de gracia vino cuando se unió Greg Gutfeld, el rostro más ácido de Fox News, maestro del humor sarcástico y enemigo declarado del progresismo extremo. Gutfeld no necesitó desmontar cada argumento de Goldberg: prefirió ridiculizarla con una sonrisa burlona y frases punzantes.
Su estilo, menos académico que el de Maher pero mucho más cruel, transformó a Whoopi en un meme viviente. “¿El sombrero MAGA es como una esvástica?”, repitió Gutfeld, burlándose de una analogía que Goldberg lanzó sin pensar demasiado. “Si eso fuera cierto, la mitad del país debería ser enviada a prisión”, dijo con una carcajada.
Lo interesante del caso no es solo el enfrentamiento personal, sino lo que revela sobre la cultura mediática actual. The View se ha convertido en un refugio para opiniones liberales sin contradicción, una especie de “zona segura” donde las presentadoras pueden lanzar opiniones incendiarias sin miedo a la crítica seria.
Goldberg ha sido durante años la reina de ese reino, protegida por el aura de su legado artístico y su presencia dominante. Pero en este nuevo ecosistema, donde los debates ya no se limitan a los estudios sino que se viralizan en segundos, ni siquiera ella es intocable.
La caída en desgracia de Goldberg ha sido lenta pero notoria. Su imagen de voz equilibrada y sensata del progresismo ha sido seriamente cuestionada. No por conservadores furiosos o trolls de Internet, sino por dos figuras que representan lados opuestos del espectro ideológico pero que coinciden en algo: el pensamiento crítico no debe ser sacrificado en el altar de la corrección política.
Y mientras el rostro de Goldberg mostraba frustración y confusión en cada respuesta, Maher y Gutfeld parecían disfrutar del espectáculo. Fue una clase maestra de destrucción pública. Lo que comenzó como una defensa de ideas progresistas mal formuladas terminó convirtiéndose en un ajuste de cuentas cultural televisado.
¿Es esto el principio del fin para Whoopi en The View? Es poco probable. Tiene aún poder, presencia y aliados. Pero una cosa es segura: su aura de infalibilidad se ha desvanecido. Y en un mundo donde la imagen lo es todo, eso puede ser un golpe del cual no se recupere jamás.
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